miércoles, 16 de septiembre de 2015

¡Napoleón, asesinado!

Hace unos días (más concretamente, el 18 de Junio) se conmemoró el 200º aniversario de la Batalla de Waterloo que, como todos ya sabemos, acabó con el sueño europeísta del Emperador Napoleón. Las noticias con los actos celebrativos y la subsiguiente recreación de la histórica batalla nos puede dar una muestra de la fuerza que la imagen de Napoleón tiene 194 años tras su muerte. Casi se podría decir que las celebraciones, por parte de británicos y sus aliados en la guerra, no son más que un reflejo del miedo que aún les inspira el Emperador.
Napoleón retratado en Sta. Helena
A raíz de estos festejos me dio por pensar que hubiera pasado si Napoleón no hubiese sido derrotado, esa tarde de Junio de 1815, en las cercanías de aquella población cuyo nombre ha quedado asociado como sinónimo de derrota entre los círculos bonapartistas. La primera respuesta que yo mismo me doy es que Santa Helena jamás hubiese entrado en la leyenda napoleónica. Aquel insano peñón que sirvió como jaula sin barrotes al mayor estratega militar que el mundo hubo conocido desde los tiempos de CayoJulio César...
Waterloo, Napoleón y Santa Helena comenzaron a ocupar todo mi pensamiento y me decidí a buscar en la red de redes cualquier noticia que estuviese relacionada con Napoleón o su cautiverio. 
Mi reacción, al leer las noticias que fui encontrando, fue de sorpresa máxima: Científicos del laboratorio ChemTox, en Illkirch (Estrasbrugo), dirigidos por el Dr. Pascal Kintz, habían descubierto que había causado el progresivo deterioro en la salud del Emperador hasta llevarlo a la muerte aquella tarde del 5 de Mayo de 1821. El equipo del Dr. Kintz había determinado que Napoleón I había muerto envenenado con un matarratas.


EL VENENO QUE VENCIÓ A UN EMPERADOR


«Vuestra enfermedad era conocida. La mía no lo es. Sucumbo»
Con estas palabras describía Napoleón su mal a Mdme. Bertrand pocos días antes de morir.
Oficialmente, el Emperador falleció como consecuencia de un cáncer de estomago. La autopsia, realizada por el doctor corso François Carlo Antommarchi (1780 - 1838) desveló que el enfermo tenía los intestino seriamente dañados y una parte del estomago también afectada por dicha dolencia. Estos datos, sumados a que el padre de Napoleón, Carlo Buonaparte, había fallecido, en 1785, a consecuencia del mismo mal cerraron el debate sobre la causa de la muerte del Emperador.
Antommarchi,
último médico de Napoleón
Durante 140 años nadie puso en duda que Napoleón había sido victima de una enfermedad, entonces poco conocida, y que hoy conocemos perfectamente. No fue hasta que Sten Forshufvud (1903 - 1985), un dentista y toxicólogo sueco, observó, tras leer las Mémories de Louis-Joseph Marchand (1791 - 1876), Primer Ayuda de Cámara de Napoleón, al cuál acompañó en su destierro de Santa Helena, que los síntomas descritos sobre la enfermedad de Napoleón coincidían con la patología propia de un envenenamiento por arsénico.
Con la ayuda del prof. Hamilton Smith, científico de la Universidadde Glasgow centrado en el estudio del arsénico, y tras lograr muestras del cabello de Napoleón, pudo dar validez a su hipotesis sobre el envenamiento al dar positivo las muestras analizadas: Los cabellos de Napoleón contenían indices elevados de arsénico.
Forshufvud publicó sus descubrimientos en la revista Nature, encontrándose con un creciente interés por parte de la comunidad científica, con la excepción de Francia que negó la tesis arrojada por el investigador sueco.
Al otro lado del Atlántico, en Montreal, Ben Weider, hombre de negocios apasionado de la historia napoleónica, también comenzó a sospechar que la versión que hasta entonces se había contado sobre la muerte de Napoleón era una farsa, una bomba de humo para ocultar una verdad, quizás, más truculenta. Enterado de los estudios realizados por Forshufvud, se decidió a profundizar en la investigación sobre la verdadera causa del fallecimiento del Emperador.
Ben Weider (1924 - 2008)
En 1963, ambos investigadores se reunieron y decidieron unir sus esfuerzos para esclarecer el misterio que se cernía sobre los acontecimientos que tuvieron lugar, por espacio de seis años, en aquella isla perdida en la inmensidad el Océano Atlántico.
Las presiones en contra de la teoría del envenenamiento que se generaron en Francia derivó en una competición, entre historiadores y medios franceses, para desacreditar a ambos investigadores. Fue tal la presión que Forshufvud abandonó la investigación, no así Weider quien, desde 1974, se alzó como el máximo defensor de la teoría de que Napoleón había sido envenenado.
Weider encargó el análisis de las muestras de cabellos al Servicio de Química-Toxicología del FBI, quienes determinaron que las pruebas obtenidas por la Universidad de Glasgow eran correctas: los cabellos presentaban antas concentraciones de arsénico.
Por espacio de más de treinta años, Francia se negó a reconocer la validez de los descubrimientos llevados a cabo por Weider sobre el arsénico. En los albores del nuevo milenio, por fin se presentó la oportunidad de convencer a los irreductibles galos.
El 4 de Mayo de 2000 Weider pudo exponer, ante el Senado francés, la teoría que avalaba el envenenamiento como causa principal en el fallecimiento de Napoleón. Si bien no convenció del todo la nueva hipótesis, si se logró un acercamiento. Weider aceptó ceder cinco mechones de la imperial testa para que fuesen sometidos a un estudio toxicológico en un laboratorio francés.
El estudio, a cargo del Dr. Kintz, determinó los mismos resultados que en las pruebas ya realizadas. Sin embargo, los detractores de la nueva teoría se negaban a darse por vencidos. En un estudio publicado en la revista Science & Vie (noviembre 2002)el laboratorio de la Prefectura de París esclarecía que la tesis del envenenamiento carecía de validez, ya que el arsénico se hallaba sobre, y no en, los imperiales cabellos.
Pascal Kintz
Dispuesto a no rendirse, el Dr. Kintz, en colaboración de la Universidad del Gran Ducado de Luxemburgo, procedió a estudiar el interior medular de los cabellos, en los cuales halló presencia de arsénico. Es más, el Dr. Kintz, dando una vuelta de tuerca a la investigación, fue capaz de aislar, e identificar, la naturaleza del tóxico: arsénico mineral, comúnmente llamado matarratas. 
La presencia de este tóxico en el corazón de la vaina capilar indica que el veneno circuló por la sangre del Emperador, tirando por tierra las teorías realizadas por los opositores a la teoría de Weider, aquellos que justificaban la presencia del arsénico como consecuencia del ambiente en el que Napoleón vivió sus últimos años en Longwood.


«MUERO PREMATURAMENTE, ASESINADO POR LA OLIGARQUÍA INGLESA Y SU SICARIO» 
                                                                          -NAPOLEÓN-


La pregunta que queda por hacerse es: ¿Quién mató a Napoleón?
En este sentido, las pruebas no pueden llegar más allá, dejando paso a la especulación y a la "teorización" sobre quién fue el autor material de la muerte del Emperador Napoleón.
Actualmente, existen tres posibles sospechosos:
Lord Liverpool
En primer lugar se hallaría el Gobierno británico de Lord Liverpool (Robert Jenkinson, II Conde de Liverpool). El Reino Unido se había comprometido a costear la manutención del Emperador exiliado y de todo su séquito, lo cuál se traducía en un coste anual de 8 millones de libras. En vista de la buena salud que hasta entonces había hecho gala Napoleón, el Gobierno de Lord Liverpool habría agilizado el viaje del Emperador de esta vida a la otra. Es conocido el odio que el Gobernador de la isla, Hudson Lowe, sentía por el Emperador francés (un odio reciproco, que Napoleón no se molestaba en disimular), por lo que podrían haber suministrado el veneno con el consentimiento del mencionado carcelero. Fuese, o no, responsable el Gobierno británico de la muerte de Napoleón, lo cierto es que su desaparición aligeró la carga económica que debía realizar el Estado, ya que al morir el Emperador dejaba de costear a aquella minicorte francesa en territorio británico. Por otro lado, resulta ilógico que Reino Unido se librase de aquel que había mantenido en jaque a las grandes naciones europeas, ya que en un inesperado giro en la política internacional hubiesen podido emplear al Emperador francés en alguna de las operaciones, tanto diplomáticas como militares. Aunque conociendo el caracter de los británicos dudo mucho que hubiesen recurrido a Napoleón.
Hudson Lowe,
el "carcelero" de Napoleón

El grupo que aparece como segundos sospechosos del magnicidio son los Borbones franceses. 
La histórica familia real francesa había logrado, tras 22 años, recuperar el trono francés en la persona de Luis XVIII, hermano del guillotinado Luis XVI. A pesar de las diferencias irreversibles de moderados y ultracatólicos (dos de las ramas políticas del nuevo régimen francés), ambos bandos tenían un enemigo común: Napoleón. El miedo latente entre la clase dirigente francesa a un nuevo escape, como el que ya protagonizó en Elba, pudo dar paso a la determinante idea de acabar con su vida. 
Luis XVIII
El tercer sospechoso (quizás, sobre el que recaen todas las sospechas) formaba parte del propio séquito del Emperador en Santa Helena, donde realizaba distintas tareas, siendo la más importante la de servir de secretario al Emperador en el dictado de sus Memorias. Su nombre: Charles-Tristan, Conde de Montholon (1783 - 1853). Los motivos que empujan a los investigadores a suponer que Montholon fue el autor principal de suministrarle el veneno a Napoleón parte de dos posibles hipótesis. La primera, estaría relacionada con un lío de faldas. Montholon había seguido a Napoleón hasta Santa Helena acompañado por su esposa, Albine de Montholon (1779 - 1848). Las malas lenguas y chismorreos que dieron lugar a raíz del nacimiento de Hélène, cuarta hija de Albine con Montholon, el 18 de Junio de 1816 en Santa Helena, comentaban que la recién nacida era, en realidad, fruto de los amoríos de Albine con el Emperador. Esta teoría apunta a que el Conde de Montholon, conocedor de la aventura de su esposa con el Emperador, envenenó a Napoleón mezclando el arsénico en las botellas de vino destinadas al consumo personal de Napoleón, que el propio Montholon se encargaba de embotellar.
Charles-Tristan de Montholon
La otra teoría sostiene que fue un móvil puramente económico. Montholon aparecía como albacea testamentario del Emperador, el cuál le legaba una sustanciosa cantidad económica en premio a sus servicios para con él. Decidido a no esperar demasiado a cobrar lo que el Emperador le legaba, procedió a acelerar el deterioro físico de Napoleón, a quién ya de por sí el aire insaluble de Longwood no le hacía ningún bien.
Sea como fuere, Napoleón fallecía a las 17:48 h. del 5 de Mayo de 1821, a los a los 51 años, oficialmente víctima de un cáncer de estomago.
Hoy por hoy, prácticamente dos siglos después de los sucesos, resulta casi imposible determinar quién se hallaba tras la mano que suministró el veneno al Emperador. Lo realmente importante es que, nuevamente, la ciencia confirma lo que comenzó como una conjetura. Lo realmente llamativo es la poca divulgación que se ha dado a esta noticia dentro del mundo de la investigación histórica, científica y forense.
Que Napoleón fue asesinado, es un hecho contundente. Lo que me parece una vergüenza es que, a día de hoy, se siga enseñando en las clases de Historia Contemporánea que Napoleón murió a causa de un cáncer. Resulta ilógico, incluso cómico, pensar que existe gente que aún trate de desacreditar esta versión, tachándola de falsa cuando existen una serie de pruebas científicas, realizadas con modernos equipos, que la respaldan.
Confío en que más pronto que tarde se llegue a un entendimiento común y se le haga, por fin, justicia al Emperador Napoleón.

Fuentes:
El envenenamiento de Napoleón
Napoleón fue asesinado
Exposición crónica al arsénico
El Conde François de Candé-Montholon
Charles-Tristan de Montholon
Albine de Montholon
Hélène Napoleone Bonaparte
Charles de Montholon: Napoleon's murderer or devoted Bonapartist?
La muerte de Napoleón

¿Quién mató a Prim?

Cuando se habla de Juan Prim y Prats, se habla de un periodo agitado de la Historia de España. Se habla de la Revolución Gloriosa, del Sexenio Revolucionario, del derrocamiento de Isabel II y de la entronización de la Casa de Saboya, en la figura de Amadeo I. Pero hablar de Prim también implica hablar de la conocida calle del Turco (hoy Marqués de Cubas).
Rostro de Prim
 tras su exhumación
Recientemente, y con motivo del bicentenario de su nacimiento, el General Juan Prim y Prats vuelve a ser portada en los principales medios de comunicación al exhumarse su cuerpo para llevar a cabo una investigación que aclare los motivos reales que llevaron a perpetrar el magnicidio. Y es que, el objetivo final es dar respuesta a la pregunta que generaciones de españoles se han estado haciéndo desde hace ciento cuarenta y tres años:  ¿Quién mató a Prim?

BREVE RESEÑA BIOGRÁFICA

Juan Prim nació el 12 de Diciembre de 1814 en Reus, fruto del matrimonio entre Pablo Prim Estapé (m. 1834), notario, y Teresa Prats Vilanova.
Con el estallido de la Primera Guerra Carlista, el joven Prim, de diecinueve años, se alistó como voluntario en las compañias catalanas que se pusieron de parte de la reina Isabel II. Su arrojo y valentía en el combate le granjearon las simpatías de sus superiores y una ascensión meteórica en el escalafón militar: Teniente (1835), Capitán (1838), Comandante (también en 1838), Mayor (1839) y Coronel (1840). Además de las graduaciones conseguidas, con tan sólo veintiséis años, se le condecoró con dos Cruces Laureadas de San Fernando, una de las más altas condecoraciones militares españolas.
Juan Prim y Prats
Tras el fin de la contienda con los carlistas, se adhirió al movimiento progresista encabezado por el autor de las desamortizaciones, Juan Álvarez Mendizabal, entrando en el mundo de la política que compaginaría con su trayectoria militar y que no abandonaría por el resto de su vida.
Opuesto a la política de los regentes durante la minoría de edad de la reina Isabel (su madre, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, y el General Baldomero Espartero), conspiró para derrocar la Regencia, junto a Ramón María Narváez y Leopoldo O'Donnell. El nuevo gobierno surgido tras la huida de Espartero (1843) recompensó a Prim con el rango de Brigadier (más tarde, recibió del General Francisco Serrano el fajín que lo acreditaba como General) y los títulos nobiliarios de Conde de Reus y vizconde del Bruch.
Los siguientes veinte años de Prim oscilaron entre América, donde España mantenía, aún, Cuba y Puerto Rico (de donde fue Capitán General), y Turquía, como mando de las fuerzas expedicionarias españolas en la Guerra de Crimea; sin olvidar, por supuesto, su labor conspirativa contra los gobiernos moderados del General Narvaez.
Los años sesenta del siglo XIX representarán el apogeo militar, y político, de Prim. 
En 1860, España había declarado la guerra al Sultanato de Marruecos, siendo enviado Prim al frente de un batallón de voluntarios catalanes. Tomó Tetuán y derrotó a los marroquíes en Castillejos (1 de Enero de 1860) y en Wad Ras (23 de Marzo), logrando, en parte, con estos hechos la firma de la Paz de Tetuán el 26 de Abril de aquel año. Prim fue recompensado con el Marquesado de los Castillejos, con Grandeza de España.
Entre 1861 y 1862, se destinó a Prim a comandar un cuerpo expedicionario a México, junto a fuerzas británicas y francesas, en respuesta a la decisión del Presidente mexicano, Benito Juárez, de cancelar la deuda externa con estos tres países. En esta campaña apenas hubo combates de relevancia y las tropas españolas se retiraron de allí, junto a las británicas, cuando se dio por hecho que los franceses tenían sus propios planes para México (la instauración del II Imperio Mexicano bajo la protección de Napoleón III).
Los años que van entre 1863 (año de su regreso de México) y 1868 (año de La Gloriosa) los dedicó Prim a conspirar con los progresistas en contra de los gobiernos moderados y unionistas en un país sumido en la crisis económica y en el recorte de libertades individuales.
El triunfo de la Revolución Gloriosa significó el fin del reinado de Isabel la de los tristes destinos y el segundo destierro de la Casa de Borbón. Los progresistas, junto a unionistas y demócratas, crearon un Gobierno provisional del que Prim fue elegido Ministro de Estado.
Gobierno Provisional resultante de La Gloriosa
(Prim es el cuarto por la izquierda)
Desde este cargo favoreció la redacción de una nueva Carta Magna (Constitución de 1869) y tras la elecciones, que dieron ventaja a los progresistas, nombró al General Serrano Regente del Reino. Serrano, por contra, le devolvió el favor nombrando a Prim Presidente del Consejo de Ministros.
Tras descartar a candidatos para el trono de España entre las principales Casas Reales europeas (incluso se ofreció la Corona al General Espartero, quien declinó el ofrecimiento), fue elegido, por influencia de Prim, el hijo menor de Víctor Manuel II de Italia, Amadeo, Duque de Aosta, quien aceptó la Corona tras recibir las garantías del General (26 de Noviembre de 1870).

EL MAGNICIDIO DE LA CALLE DEL TURCO

 Bájese usted, mi General, que nos hacen fuego
El 27 de Diciembre de 1870, sobre las 19:30 h., el Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de la Guerra, Juan Prim y Prats, Conde de Reus y Marqués de los Castillejos, abandonaba el Palacio de las Cortes, rumbo a su domicilio, tras solucionar algunos temas pendientes sobre la Casa Real que, tras muchos esfuerzos, había conseguido sacar adelante. 
Atentado de la calle del Turco
Con la cabeza puesta en los preparativos que debía llevar a cabo para su viaje, programado para el día siguiente, 28 de Diciembre, hacía Cartagena (puerto al que llegaría el nuevo rey, Amadeo de Saboya), se despidió, cortésmente, de los miembros de la Cámara mientras se dirigía a la salida donde ya le aguardaba la berlina que debía conducirlo hacía su domicilio, situado en el Palacio de Buenavista (actual Cuartel General del Ejercito).
Al llegar la berlina a la conocida como Calle del Turco (hoy, Marqués de Cubas) dos carruajes cerraban el paso, viéndose obligado el cochero a detener la berlina. Cuando el Coronel Juan Francisco Moya, quien acompañaba a Prim en la berlina, junto Ángel González Nandín, ayudante personal del General, advirtió la encerrona mortal, sólo tuvo tiempo de advertir a los ocupantes del vehículo de forma verbal.
Juan Francisco Moya (izq.) y Ángel González Nandín (dcha.)
acompañaban a Prim en la berlina
Se estima que fueron cinco los atacantes, tres por la izquierda y dos por la derecha, los que abrieron fuego contra la berlina del General Prim, quien quedó herido en un hombro y una mano, además de heridas faciales provocadas por la proximidad de los trabucazos. González Nandín también resultó herido en una mano como consecuencia de un desesperado intento por cubrir a Prim de la agresión.
Prim, herido de muerte, fue trasladado a su domicilio en el Palacio de Buenavista, sede del Ministerio de la Guerra, donde los médicos le amputaron la primera falange del dedo anular y trataron de recuperar las, aproximadamente, ocho balas que el trabucazo recibido había alojado en su hombro izquierdo.
Según la notificación oficial que se hizo, el General Prim falleció el 30 de Diciembre de 1870 como consecuencia de las heridas recibidas en la agresión sufrida tres días antes.
Sin embargo, el magnicidio no quedaba claro: ¿Quien quería ver a Prim muerto?
Detalle del mausoleo de Prim en Reus
El mismo Prim, según su viuda, Francisca Agüero y González, albergó sus dudas sobre los autores materiales del atentado
No lo sé, pero no me matan los republicanos
Tras varios años de investigaciones (se habla de hasta diez años de investigaciones), varios jueces y fiscales encargados de la investigación y más de dieciocho mil folios de autos judiciales, el caso quedó en suspenso y ninguno de los culpables fue llevado ante la Justicia.
Prim fue sepultado en su ciudad natal, Reus, donde reposa en un espectacular mausoleo.

NOVEDADES EN LA INVESTIGACIÓN 

En Septiembre de 2012, la Comisión Prim de la Universidad Camilo José Cela, presidida por Francisco Pérez Abellán, profesor de Criminología en dicha Universidad, consiguió autorización para exhumar el cadáver del General Prim y realizar sobre sus restos un estudio forense con las técnicas científicas empleadas para investigar los crímenes de nuestro tiempo.
El análisis sobre el cuerpo de Prim, ciento cuarenta y tres años después de su asesinato, arrojó una verdad que desmiente la versión oficial que, en su momento, se dio: Juan Prim murió el mismo día del magnicidio, siendo imposible que sobreviviese, como se afirmó en su momento.
Las heridas de bala que presenta el cuerpo señalan que estas fueron de gravedad y en ningún momento leves, como afirmaba el comunicado gubernamental del 27 de Diciembre.
Pero la información que Prim transmitía a los investigadores no acababa ahí. Analizando la parte inferior del cuello se halló marcas de ligaduras que coinciden con las perpetradas por una estrangulación a lazo.
Parte posterior del cuello con las evidentes marcas en él
Los investigadores sostienen que quién estuvo detrás del atentado "suplantaron" a Prim durante los tres días que el General estuvo luchando por sobrevivir (a sabiendas de que ya estaba muerto) hasta hacer pública su muerte con la llegada a España del rey propuesto por el fallecido General, Amadeo de Saboya.
Pero, volvamos a formular la pregunta inicial: ¿quién tendría motivos para asesinar a Prim?
Cuando se tuvo conocimiento del atentado contra Prim, ya circulaba el rumor de quién, o quienes, habían perpetrado el magnicidio. 
Ahora, tras analizar el cadáver del General y llevar a cabo una revisión del proceso que se abrió para esclarecer los hechos, sus nombres toman más fuerza como autores, más intelectuales que físicos, del atentado de la calle del Turco.


Antonio de Orleans
Duque de Montpensier
Sospechoso nº 1: Antonio de Orleans, Duque de Montpensier (1824 - 1890). Hijo del rey Luis Felipe de Orleans, el Duque de Montpensier era uno de los personajes más intrigantes de la Corte isabelina, así como uno de los nobles más ricos del país. Cuñado de Isabel II (se casó con Luisa Fernanda de Borbón, hermana pequeña de la Reina, el 10 de Octubre de 1846), presintió el malestar existente contra el gobierno de la Reina e intrigó con los militares, y políticos, progresistas, entre los que se hallaba Prim, para derribar a su cuñada del trono con la finalidad de ser electo Rey en su lugar. 
Para ello, apoyó, economicamente, la Revolución Gloriosa que llevó al exilio de la Reina y de toda la Familia Real, entre ellos el mismo Duque.
Los estudios realizados sobre la investigación judicial que abrió el promotor fiscal Joaquín Vellando para esclarecer los hechos, señalan al Duque de Montpensier como autor intelectual, y principal financiador, del atentado, como represalia contra Prim, quién, según se había afirmado, había garantizado el trono de España al Duque. 
El hecho de que hombre de confianza de Montpensier participasen, de forma directa en el atentado, implicó a Antonio de Orleans, para quién, incluso, se dictaminó orden de prisión para el Duque. Orden que no se llegó a materializar. Antonio de Orleans falleció, víctima de una apoplejía, el 4 de Febrero de 1890, en su finca de Torrebreva, en Sanlúcar de Barrameda.
Sospechoso nº 2: Francisco Serrano y Domínguez, Duque de la Torre (1810 - 1885). Procedente de una familia liberal con arraigo en la nobleza, el General Serrano fue, además de militar, un político concienzudo que le hizo cambiar de parecer si las circunstancias le favorecían. 
Aliado con el Regente Espartero, no dudó en cambiar de bando cuando el General Ramón María Narváez se alzó contra el Duque de la Victoria. 
Francisco Serrano y Domíngez
Duque de la Torre
General predilecto de la Reina Isabel II (llegó a ser conocido, en los salones de la Corte, como el General Bonito). Este favoritismo de la Reina no impidió que se aliase con los progresistas de Prim para derrocar a Isabel II, forzando el exilio de la Casa de Borbón. Convertido en Regente por el nuevo gobierno surgido de La Gloriosa, sus aspiraciones pasaban por ser, de manera permanente, Jefe del Estado a imitación de lo que Patrice de MacMahon había hecho en Francia, derivando su pensamiento hacía la forma de dictadura presidencialista.
El nombramiento de Amadeo como Rey de España por las Cortes, impulsado por Prim, puso fin a sus aspiraciones políticas. Tal vez resentido con Prim por este hecho o, quizás, en conveniencia con otros para congraciarse con ellos, el General Serrano tuvo conocimiento, y participó, en el magnicidio de la calle del Turco. Las sospechas sobre su implicación lo sitúan como la mano que estranguló el cuello del Conde de Reus hasta provocarle la muerte.
Al igual que Montpensier, el General Serrano no vio colmadas sus expectativas una vez perpetrado el magnicidio, ya que Amadeo I fue jurado Rey de España. Si bien, intervino en el periodo saboyano y en el posterior republicano, la Restauración borbónica en la figura de Alfonso XII significó su fin político. Murió el 25 de Noviembre de 1885, coincidiendo, casualmente, con el fallecimiento del joven Rey.
José Paúl y Angulo
Sospechoso nº 3: José Paúl y Angulo (1842 - 1892). Escritor y político de ideología republicana, procedía de una adinerada familia de Jerez dedicada al cultivo de viñedos y distribución de sus caldos. Formado intelectualmente en el exterior, Paúl y Angulo conoció, y trabó amistad, con Prim en Londres, donde el segundo se hallaba exiliado. 
Acompañó a Prim en su retorno a España como un entusiasta del cambio que traía consigo La Gloriosa. Su republicanismo pronto lo enfrentó con el General hasta el punto de pedir, en un llamamiento al pueblo español, que este se levantase para derrocar al gobierno liderado por Prim. 
Su autoría en el magnicidio no está muy clara, aunque se le considera autor material, junto a nueve republicanos, de los disparos que provocaron las heridas sufridas por Prim aquel 27 de Diciembre.
Murió exiliado en París, en 1892, al no reconocer el movimiento monárquico instaurado en la persona de Alfonso XII.
La lista de sospechosos se amplía hasta alcanzar un número establecido de doce personas. Sin embargo, la investigación llevada a cabo por Pérez Abellán y su equipo, sugieren que la lista de implicados se extendería a nombres de gran relevancia en la posterior etapa alfonsina, como es el caso del líder del Partido Liberal, Práxedes Mateo Sagasta. Además, Pérez Abellán sostiene que la pertenencia de Prim a la masonería podría arrojar luz sobre los oscuros eventos que tuvieron lugar aquella tarde del 27 de Diciembre de 1870.
Tras ciento cuarenta y tres años de dudas sobre quién, o quienes, orquestaron el magnicidio de la calle del Turco y tras salir a la luz el secreto que guardaba celosamente su cuerpo, Prim, por fin podrá descansar en paz en su Reus natal.


Fuentes:
¿QUIÉN ATENTÓ CONTRA PRIM?



El enigma Ney

Soy el Mariscal Ney de Francia
Davidson, Carolina del Norte,  15 de Noviembre de 1846. La enfermera que atendía al enfermo moribundo no salía de su asombro ante la revelación efectuada por aquel hombre que, aunque misterioso, era respetado en la comunidad por su sabiduría y buenos modales. 
Sacudiendo la cabeza, la mujer se retiró del lecho donde yacía el enfermo, quien respondía al nombre de Peter Stewart Ney.
Pero, ¿quién era Peter Stewart Ney?
Nadie sabía nada de su pasado, salvo el hecho que era natural de Francia y que había llegado, en torno a 1818, en una fragata al puerto de Charleston, Carolina del Sur. 
El enfermo, en repetidas ocasiones, había rehusado desvelar su origen o, al menos, su procedencia, dejando que el misterio envolviese su figura.
Para conocer mejor la conexión existente entre este hombre y el famoso Mariscal francés habría que retroceder en el tiempo para estudiar la figura de aquel militar que, por su valor, fue llamado el más valiente de entre los valientes.


LA VIDA DE UN MARISCAL DE FRANCIA

Michel Ney nació en la población de Saarlouis, en Sarre, el 10 de Enero de 1769, en una familia humilde de breve pasado militar (su padre, Pierre Ney combatió en la Guerra de los Siete Años).
Debido a los escasos recursos económicos, recibió una educación básica por parte de los monjes de un convento de la Orden de San Agustín situado en la zona. Siendo niño, entra como aprendiz en una oficina de venta de licores de la región alemana del Sarre (Ney nunca tuvo dificultad para comunicarse en alemán debido a que su madre, Margarethe Grewelinger, era de ascendencia germana).
En 1787 decide que la vida que lleva no es la más indicada para él y, sin consentimiento paterno, se alista como voluntario en el 5º Regimiento de Húsares.
Michel Ney
Sus superiores supieron ver en el joven la encarnación del soldado perfecto: valiente, generoso, solidario, etc; además, comprendía, rápidamente, los mecanismos empleados en el campo de batalla. Es por ello que los oficiales que tuvieron a Ney a sus ordenes emplearan los medios a su alcance para promocionar la vida militar del muchacho, quien pronto tendrá el escenario perfecto para demostrar sus dotes en la batalla.
Con el estallido de las llamadas Guerras Revolucionarias, Ney es destinado al frente del Rhin, bajo las ordenes del General Jean Baptiste Kébler (1753 - 1800), en el cual desplegó sus conocimientos militares, siendo, por ello, ascendido de Teniente (1792) a General de brigada (1796) en apenas cuatro años, permaneciendo en el frente oriental hasta 1799.
Ocurrido el Golpe de 18 Brumario (9 de Noviembre de 1799), Ney rechaza la actitud que ha desarrollado Napoleón para hacerse con el poder, criticando la medida abiertamente. Sin embargo, a petición de su esposa, Aglaé Auguié, accede a minimizar sus criticas y procede a entrevistarse con el Primer Cónsul. Tras este encuentro, ambos, Napoleón y Ney, se percatan de que pueden conseguir mucho uno del otro.
Continua combatiendo en el frente oriental, de donde es nombrado Ministro plenipotenciario para los asuntos helvéticos (1802) donde permanecerá por espacio de pocos meses, hasta su traslado a Boulogne donde Napoleón le tiene reservada una importante tarea: la formación de la Grande Armée.
Proclamado el Imperio (1804), Ney es de los primeros en recibir el título de Mariscal del Imperio, siendo destinado al VI Cuerpo de la Grande Armée (destinado en el frente oriental), donde luchara contra austriacos, prusianos y rusos hasta 1808.
Jean Baptiste Kébler
el primero en observar el valor de Ney
En Agosto de dicho año, pasa, junto con el VI Cuerpo, a combatir la alianza anglo-española que dificultaba el control francés en la Península Ibérica. En España, toma Ciudad Rodrigo, asedia Almedia y batalla en Río Côa, pero las desavenencias entre la cúpula militar francesa (Masséna y Soult se oponían al proceder de Ney) hacen que el Emperador llame al Mariscal a París en 1810.
En el transcurso de los preparativos para la campaña de Rusia (1812), es asignado al III Cuerpo y participa activamente en la victoria francesa en Borodino.
Cuando se confirma que la campaña terminará en desastre, Napoleón ordena al recién nombrado Príncipe del Moscova que se encargue de salvaguardar la retirada francesa a Polonia, cumpliendo su cometido hasta ser el último soldado francés en cruzar el puente sobre el río Kovno.
Una vez derrotado Napoleón en Leipzig, en la llamada Batalla de las Naciones (1814) e invadida Francia por los aliados de la Sexta Coalición, Ney participa activamente en la defensa. Sin embargo, una vez José Bonaparte capitula París ante los prusianos, los principales Mariscales del Imperio se reunen en Fontainebleau, donde redactan un manifiesto solicitando al Emperador su abdicación como único camino hacía la paz. Ney es el encargado de hacerle llegar dicho documento a Napoleón.
Desterrado Napoleón en la isla de Elba, Ney acude, el 29 de Abril de 1814, ante el nuevo rey de Francia, Luis XVIII, quien le reconoce sus títulos de Duque de Elchingen y Príncipe del Moscova, así como sus condecoraciones militares, añadiéndole la condición de Par de Francia. Incomodo en la nueva corte, decide retirarse a sus posesiones.
El 6 de Marzo de 1815 es llamado por Luis XVIII para informarle que Napoleón ha escapado de Elba y desembarcado en Francia con el propósito de hacerse con el poder nuevamente. Ney jura, ante el rey, traer a Napoleón en una jaula de hierro.
Sin embargo, ante la aceptación, por parte de los habitantes de las poblaciones por donde pasa Napoleón, de la vuelta del Emperador, Ney proclama ante sus soldados que no reconocerá otro monarca legitimo que no sea Napoleón, uniéndose a los partidarios del regreso del Emperador (15 de Marzo de 1815).
Por otro lado, envía una misiva a Napoleón advirtiéndole de sus intenciones:
Voy a unirme a vos, pero no por consideración ni afecto hacía vuestra persona. Antes seré prisionero vuestro, que partidario de vuestra causa, si vais a gobernar como un tirano. Juradme que en el futuro no os ocupareis más que en reparar los males que hayáis causado
Tras su reencuentro, el 17 de Marzo, en Auxerre, marchan juntos hacía París. El tiempo dirá que esta acción marcó el destino del talentoso Mariscal.
Fusilamiento del Mariscal Michel Ney 
Derrotado en Waterloo, Napoleón es nuevamente forzado a abdicar y exiliado, esta vez, a Santa Helena, de donde no habría de volver con vida.
Ney, en cambio, no tiene tanta suerte. Luis XVIII, sediento de venganza por su traición, y a modo de ejemplo para otros, ordena que El Rubicundo sea juzgado y condenado por un Consejo de Guerra. Ney rechaza esta vía y clama ser juzgado por la Cámara de los Pares. Es declarado culpable y condenado a morir fusilado.
El 20 de Noviembre de 1815, es conducido hacía el muro trasero de los Jardines de Luxemburgo, donde ha de ser fusilado. El Capitán del pelotón accede a que sea el mismo Mariscal el que dé la orden de disparar. Ney, dirigiéndose a los soldados, clama su inocencia:
¡Soldados, rechazo ante Dios y ante la Patria el juicio que me condena! He luchado cien veces por Francia y ninguna contra ella. Apelo ante los hombres, ante la posteridad, ante Dios. Apuntad directo al corazón. ¡Viva Francia!
Fue enterrado, de manera rápida y precipitada, en el cementerio parisino de Père Lachiere, donde se le erigió un fastuoso mausoleo.
Mausoleo de Ney en Père Lachiere

 

EL MISTERIOSO PETER STEWART NEY

El pasado de Peter Stewart Ney  antes de su llegada al puerto de Charleston en 1818 permanece sumergido en las oscuridades de la Historia.
Sello del Davidson College,
 ideado por Peter Stwart Ney
Tras su llegada a Estados Unidos, P.S. Ney estuvo desplazándose, continuamente, por todo el territorio de las dos Carolinas, durante los siguientes cuatro años, ejerciendo la enseñanza del francés como forma de ganarse la vida, consiguiendo, con ello, una reputación de persona culta y de amplios conocimientos.
En 1822 se asienta como profesor en Mocksville, Carolina del Norte, donde continua impartiendo clases de francés.
Allí permanece hasta su entrada en el Davidson College, en 1840, viviendo a caballo entre Florence y Davidson. 
Tras la fundación del Davidson College, en 1837, se ofrece a Ney una plaza como profesor siendo, además, designado, por una Comisión de Síndicos del recién fundado Colegio, para que diseñase el sello que, a día de hoy, siguen empleando en el Davidson College.
Como ya he comentado, P.S. Ney fue considerado una persona respetada por las comunidades donde residió desde su llegada en 1818, lo que le permitió ser invitado a diversas fiestas organizadas por las familias adineradas de dichas poblaciones, donde y, quizás, en contra de su voluntad, se fraguó la leyenda y el misterio al que hacemos referencia.
Falleció en Davidson el 15 de Noviembre de 1846, a los 77 años de edad.


¿PETER STEWART NEY O MICHEL NEY?

Esta pregunta recoge, por sí sola, la división existente entre los historiadores. Para los historiadores franceses, la respuesta es bien sencilla: el Mariscal Ney fue fusilado en 1815 y sepultado en el cementerio parisino de Père Lachiere; por contra, los historiadores norteamericanos no lo tienen tan claro. ¿Cómo pudo ser que Peter Stewart Ney conociese aspectos íntimos de la vida del Mariscal, así como grandes conocimientos, y detalles concretos, de las diversas batallas en las que intervino el Mariscal?
Según testigos contemporáneos a Peter Setwart Ney, en cierta ocasión, durante el transcurso de una fiesta, el profesor Ney, aparentemente ebrio, comenzó a dar detalles específicos de diversas batallas ocurridas a lo largo y ancho del continente europeo, guardando, todas ellas, un único nexo común: en todas ellas participó Michel Ney.
En lo referente a la muerte de Ney, el profesor explicó que Sir Arthur Wellesley, Duque de Wellington, era masón, al igual que Ney. No considerando justo la condena a la que fue sometido el Mariscal, le propuso simular su muerte bajo el pelotón de fusilamiento y, posteriormente, dar el "cambiazo" con el cuerpo que debería ocupar su tumba, siendo este enterrado a toda prisa y sin la presencia de la familia de Ney. Después, facilitó todos los tramites para que abandonase Francia de forma clandestina.
Comparativa de la escritura de Peter Stewart Ney (izq.) y Michel Ney (dcha.)
Otro dato. Cuando se tuvo conocimiento, en Estados Unidos, de la muerte de Napoleón en la isla británica de Santa Helena (5 de Mayo de 1821), Ney se hallaba impartiendo clase a sus alumnos cuando uno de los estudiantes de la escuela irrumpió en el aula anunciando la muerte del Emperador francés. Los testigos observaron como, al recibir la noticia, la tez del profesor se tornó pálida, sufriendo mareos y desmayos hasta el punto de tener que ser trasladado a su domicilio. Una vez allí, según los testigos, el profesor Ney trató de suicidarse degollandose, siendo salvado por unas amistades que, interesadas en su salud, fueron a visitarle. Lo encontraron inconsciente mientras la sangre le fluía de la herida autoinfligida, siendo trasladado a las dependencias médicas de la población donde pudo contenersele la hemorragia.
El siguiente dato fue recogido, precisamente, por el medico que atendió sus heridas suicidas. Al realizarle un examen físico, este médico determinó que el profesor Peter Stewart Ney presentaba diversas heridas producidas, sin lugar a dudas, en el transcurso de una acción bélica. Curiosamente, en las mismas zonas donde el Mariscal Ney resultó herido (el muslo, la muñeca, el cuello,...).
Otro dato que podría zanjar el debate es la prueba grafológica realizada al comparar la escritura de ambos (Ney y Stewart Ney). Según el grafólogo neoyorquino David Carvalho, al examinar ambas escrituras no tuvo la menor duda al afirmar que ambas, escritas con un lapso temporal de más de veinte años de diferencia, están escritas por la misma persona.
Otra pista podría ser la supuesta tumba norteamericana de Ney. En su epitafio se puede leer:
A la memoria de Peter Stewart Ney, nativo de Francia y soldado de la Revolución Francesa de Napoleón Bonaparte, quien partió de esta vida 15 de Noviembre de 1846. 77 años de edad.
Tumba norteamericana de Ney

Sin lugar a dudas, ninguna de estas aportaciones pondrá fin a la incógnita histórica que representa la muerte de Ney en 1815.
La única prueba que podría terminar con este debate es el realizar una prueba de ADN sobre los restos de Ney (tanto los presentes en su tumba de Père Lachiere como los que se encuentran en Carolina del Norte) y compararlos con los de algún familiar directo del celebre Mariscal francés.
Mientras tanto, y hasta que se halle una solución definitiva para aclarar donde reposan los restos mortales de Ney, dejemos que descanse en paz, tal y como pidió en su lecho de muerte.
Bessières esta muerto; la Grande Armée esta muerta;